miércoles, 2 de noviembre de 2011

Elgar: Nobleza y claridad rozando lo sublime.



El Concierto para violonchelo y orquesta en mi menor OP. 85 de Edward Elgar (1857-1934) es una de esas obras de madurez que expresan una férrea voluntad de vivir, sustentadas en un notable conocimiento y arte, con bastante naturalidad. Fue compuesto en 1919 cuando su autor se recuperaba de una operación de amígdalas, casi al final de su carrera.

FRancisco Rivero. Elgar. 2010.


La obra de unos 30 minutos de duración se estructura en cuatro movimientos

1. Adagio-Moderato 7:59.

2. Lento- Allegro molto 4.28.

3. Adagio 5:15.

4. Allegro. Ma non troppo. 12:16.

Es poca la cantidad de conciertos para violonchelo en el repertorio clásico. Podemos mencionar entre los más notables los de Schumann, Dvorak , Saint-Saens y Shostakovich. El problema con el violonchelo es su timbre bastante grave y opaco que apenas sobresale por encima de los demás instrumentos de la orquesta. Sin embargo posee un sonido con una cualidad cálida, noble y sincera, de viejas maderas evocadoras del pasado. El quejido del violonchelo es distinto de la voz clara, fina y cantarina del violín, pero es una voz que llama con bastante fuerza algunas regiones de nuestra alma, regiones misteriosas y sensibles a su discreto encanto.

En los últimos días me levanto bien temprano y enciendo la televisión. Al sintonizar el canal de televisión del estado venezolano TVES, he podido disfrutar de una grabación, varas veces repetidas, por la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas con la joven chelista Norma Aparicio tocando un bello concierto. Casi siempre escuchaba medio dormido el último movimiento que era bellísimo. No sabía a quién pertenecía esta obra, pues no había ningún rótulo de identificación en el video. Un pequeño error, pienso yo. De tanto escuchar la obra se me grabó la melodía en la mente.

Para identificar a su autor decidí escuchar algunos conciertos para violonchelo de una integral de Jackeline Dupré del sello EMI. Es el primer concierto de todos, lo cual facilitó mi tarea. Ahora puedo escucharlo a mis anchas.

Es una obra de gran elegancia y sencillez por la economía de medios que emplea, una pequeña orquesta y pocas notas en la partitura. Elgar es ciertamente un romántico tardío, pasado de moda para su época, según la crítica de aquellos rugientes años veinte, cuando sus colegas en el continente europeo escribían piezas llenas de ruidos extraños y duras disonancias, que hoy han pasado al olvido.




Violonchelista. 2011.

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